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El sueño eterno
Raimond Chandler

Aceptar un género mediocre y sacar de él algo parecido a la literatura constituye toda una hazaña, más aún cuando por literatura se entiende aquello que trascienda el tiempo y el espacio y se convierta en eterno, algo así como el recuerdo de un buen vino o la estela que ha dejado el perfume en una habitación vacía.

La novela negra o de misterio tiene como finalidad principal entretener, hacer pasar un buen rato, dejarse llevar por las pistas, el suspense y el enredo sin ninguna pretensión intelectual. Simplemente eso. Y así es en efecto para la mayoría de los lectores, quienes, al llegar a la librería y optar de entre los cientos de sugerentes títulos, por uno de corte policiaco o detectivesco, no dirían al ser preguntados por la causa de su elección: la cultura, el afán por aprender, la riqueza de contenidos o la polifonía de sus personajes, Casi al cien por cien la respuesta sería la evasión.



Sin embargo, si el autor de una de esas novelas es Raimond Chandler, la cosa cambia.

Con Raimond Chandler se acaba la era de las novelas de detectives al más puro estilo Conan Doyle o Agatha Cristie, en la que los detectives hacían uso de todo su ingenio e intuición para resolver el delito, con él, la novela adquiere tintes de crítica social, en un momento en el que el hampa y la corrupción policial convivían parejos con principios moralistas y puritanos.

Esta fue la época que le toco vivir a Chandler y que marco su estilo narrativo, convirtiendo su obra en una novela urbana, social y realista .

Sus crímenes se basan en las debilidades humanas, en la envidia, en las pasiones. Por esta razón su lenguaje es crudo, hipócrita, acido... El libro es narrado en primera persona, porque lo importante no es tanto la trama, el chantaje o la corrupción social, sino la mirada del propio Marlowe

El ritmo de la obra es más que rápido, trepidante hasta el punto de ser una novela de las que hay que leer de un tirón. Su calidad literaria, la profundidad de sus personajes, la crítica que hace de la sociedad del momento no hacen que desmerezca como una magnifica novela policíaca. Cada página, conduce al lector hasta la solución final sin posibilidad de respiro. Chantajes, asesinatos, fotografías comprometidas, patologías ninfomanías, juegos y seducción conforman el fresco de la novela que adquiere por momentos, tintes de malestar y turbación.

Es una novela que hace entrecerrar los ojos y mirar de soslayo alrededor, a nuestra espalda, intuyendo sombras en la noche, en la oscuridad de un callejón solitario o en la penumbra del parque, donde, quizás si se escucha con atención, podría oírse la voz grave de Bogart invitándonos a subir al coche.

Divertir, entretener, emocionar, escribir para ser leído. ¿No es ese el objetivo de la literatura? La obra literaria necesita de la colaboración del lector para darse por concluida, pues una novela que no se lee, es una novela que no existe. En este sentido Chandler, autor entre otras de novelas como “la ventana alta”, “la dama del lago”, “la hermanita” o “el largo adiós”, cumple con creces su objetivo.

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