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FELICIDAD III

AUTOR


Pedro Quintana Cortijo
Contacto: pquintana@ontrail.info
- Consultor Internacional Comercial
- Manager de Ontrail S.L.
- Master Coaching e Inteligencia Emocional por la Universidad Pontificia de Salamanca UPSAM.
- Profesor de Liderazgo en el Master Coaching e Inteligencia Emocional de la Universidad de Alcalá.



Han pasado dos meses desde que iniciamos las sesiones prácticas mi hijo Javier y yo con el propósito de aprender a gestionar de modo correcto los sentimientos.

El torrente emocional cuando se desboca, puede causarnos daño, si no sabemos gestionarlo. El primer paso consiste en identificar la emoción sin juzgarla, ni juzgarse. En segundo lugar, determinar si es adaptativa y nos ayuda a mantenernos o a volver, si es que nos hemos apartado, al camino central de la felicidad que definíamos en el primer artículo, en este caso la adoptamos como guía a seguir, y en caso contrario la desechamos con suavidad sin reprimirla bruscamente.

Eliminar una emoción exige una concentración absoluta sobre la sensación que desencadena en el dominio del cuerpo, es decir si la sensación que me produce la emoción es un nudo en el estómago (supongamos que discutí hace tiempo con una amiga y compañera de trabajo al mismo tiempo, de un modo intenso y nuestra relación se enfrió, y cada vez que me cruzo con ella en la clínica noto esta sensación), identifico el sentimiento como enfado, tristeza y vergüenza al mismo tiempo, y verdaderamente me hace sentir mal, además hace meses que apenas nos hablamos.
Evidentemente, desde el punto de vista de la relación, y si me considero una persona responsable, deberé actuar de modo que resolvamos el problema ganando ambas partes, sin vencidos. ¿Y desde el punto de vista de la sensación que me atenaza el estómago?
Bien, en este caso ya he identificado esa sensación, no me avergüenzo de ella, la acepto, y pongo toda mi atención sobre la misma, no pienso en otras cosas, ni siquiera en las circunstancias que la originaron, solo, insisto, atiendo la sensación sobre mi estómago, poco a poco notaré como esta sensación va desvaneciéndose hasta desaparecer. De esta forma hemos canalizado suavemente el torrente emocional, evitando que desborde y haga daño. La solución responsable siempre será trabajar en solucionar el problema con la otra persona sin renunciar a realizarlo en un contexto ganar-ganar, y al mismo tiempo atender la emoción.

Decíamos en el artículo anterior, que debemos siempre considerar con atención los tres dominios interconectados del ser humano desde el punto de vista ontológico: CUERPO, EMOCIÓN y LENGUAJE.

Hoy en día nos bombardean constantemente con información de cómo cuidar el cuerpo, recibimos constantemente consejos acerca de cómo adquirir hábitos saludables desde el punto de vista nutricional, ejercicio físico, medicina preventiva, para mantener el cuerpo en buena forma y alargar al máximo esa condición saludable, a mí me da la sensación que se nos abren grandes posibilidades de vivir más tiempo y con mejor salud, pero no debemos olvidar que no solo somos un cuerpo a cuidar sino que tenemos otros dos dominios que deben gestionarse de modo adecuado.

Hemos visto cómo podemos ocuparnos de nuestros sentimientos, hemos trabajado sobre ello los dos últimos meses, y es ahora cuando corresponde responder a la pregunta de mi hijo Javier: ¿Cómo se gestionan los pensamientos?

Los pensamientos forman parte del lenguaje, y por lo tanto no solamente hablaremos de ellos, sino también de las palabras que pronunciamos o escuchamos.

El lenguaje en general, no es una herramienta inocua de comunicación, pues como ya hemos apuntado en el artículo precedente, constituye un estímulo que dispara las emociones en nosotros mismos y en los que puedan escucharnos.

El lenguaje es un arma poderosa, que dependiendo del poder personal de quien lo utiliza, tiene la capacidad de cambiar el curso de una vida.

Debemos ser cuidadosos con los mensajes que enviamos a los demás (siempre, sin excepción, deben perseguir la meta de ganar-ganar), y mucha atención con los que nos enviamos a nosotros mismos. Cuando una persona se dice continuamente “soy un desastre” porque no obtiene los resultados que espera en su actividad cotidiana, por un lado, está justificando sus malos resultados, y por lo tanto no tiene necesidad de cambiar, y por el otro está convirtiendo sus propios pensamientos en herramientas que confirman y apuntalan “ser un desastre” como una característica personal, y que no ayudará a esa persona a ser feliz.

Perder un segundo en la vida, es una irresponsabilidad, si pasamos el tiempo sintiéndonos infelices y perdiendo de vista el retorno a la normalidad feliz, no nos estaremos dando lo mejor a nosotros mismos, entraremos probablemente en un camino hacia el vacío, y me pregunto ¿aquel que está vacío qué puede dar de sí mismo a los demás?

El discurso que debemos mantener con nosotros mismos es aquel que nos hace crecer, qué distinto es el resultado, cuando en vez de decir “soy un desastre”, elijo decir “Me he equivocado, lo haré mucho mejor”. Con este segundo discurso dejo en evidencia que no soy perfecto, que puedo fallar, que acepto lo que soy, y que quiero y puedo mejorar, En este caso no justifico los malos resultados y me empeño en el cambio, diseño las acciones para mejorar y con ello crezco como ser humano.

Es curioso como el mismo individuo puede elaborar de modo autónomo dos discursos tan opuestos y con resultados tan distintos. La buena noticia es que los dos tienen una cosa en común, y es que han sido creados de forma voluntaria e independiente por la persona que habla, nadie nos obliga a elegir entre uno u otro. Entonces nos podemos preguntar: “Si puedo elegir siempre los mensajes que son buenos para mi crecimiento personal, ¿por qué a veces no lo hago y me envío pensamientos destructivos?”. Cada cual que responda esta pregunta, porque todos tenemos la respuesta en nuestro interior.

Mi respuesta, si te sirve de algo, sería:” Porque he perdido de vista por un momento el camino de la felicidad responsable por el que quiero andar”.

También los mensajes que nos vienen de fuera, pueden causarnos momentos de infelicidad, que a veces son el producto de nuestra interpretación de lo dicho o de lo no dicho. Recuerdo el caso de un vecino de mi infancia que contaba que una noche, durante los años sesenta del siglo pasado, prácticamente la pasó en vela porque no cesaba el ruido de unos pasos que provenían del piso de arriba, estaba muy enfadado refiriéndose a esos vecinos como gentuza y poniendo en evidencia su falta de educación y de respeto a las normas de convivencia. A la mañana siguiente, antes de ir a su trabajo, subió a dar las quejas al vecino maleducado, y se encontró un hombre pálido, abatido que entre lágrimas calladas y una voz apenas imperceptible, con profunda tristeza se disculpó y confesó que había velado en sus brazos a su bebé muerto prematuro. Este vecino de mi infancia se emocionaba al contarlo, y todavía le pesaba en su interior su reacción injusta. Decía: “Debería haber preguntado antes de protestar, pobre gente, pero cómo iba yo a imaginarme algo así…”

A veces nuestras percepciones no son justas y nos equivocamos, demos una oportunidad a los que nos rodean y elijamos siempre la versión más favorable que sea posible.

Nadie nos prohíbe acogernos a la versión más positiva de las palabras escuchadas, aquella que nos acerca a ganar-ganar, aquella que nos hace sentir mejor y que nos ayuda a crecer como personas. Es una elección que está en nuestras manos, no perdamos ninguna buena oportunidad de ponerlo en práctica.

Hasta pronto queridos amigos…


Recomiendo, de nuevo en este artículo, que estos aprendizajes, se asienten sobre las lecturas adecuadas y la realización de cursos teórico prácticos ofrecidos por profesionales altamente cualificados.

También recomiendo leer los dos artículos anteriores, pues dicha lectura dará un sentido completo al discurso.

NOTA: Aquellos lectores interesados en recibir cualquier información o resolver dudas relacionadas con el artículo, pueden escribir a la siguiente dirección de correo: pquintana@ontrail.info

Bibliografía:

- “Los siete hábitos de la gente altamente efectiva” - Stephen R. Covey
- “En busca de Spinoza” - Antonio Damasio
- “Ontología del Lenguaje” - Rafael Echeverría
- “Emociones: una guía interna” - Leslie Greenberg
- "El hombre en busca de sentido" - (Viktor Frankl)

 
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