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José Luis Gómez
GM-Delyser.Abogados |
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SECCIÓN PATROCINADA POR:
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La continuidad de la empresa en el tiempo
Una idea, mucho trabajo, grandes dosis de ilusión...y
el primer cliente. Estos son los ingredientes del nacimiento de
muchas de las empresas que hoy forman el tejido empresarial de
España. Son proyectos empresariales que se forjado, poco
a poco, en el tiempo y en los que, a veces, suelen participar,
de forma directa o indirecta, dos o más miembros de una
familia.
Las
empresas familiares y las empresas individuales constituyen el entramado
básico de la actividad económica y son los principales
agentes de creación de riqueza. Además, estas empresas
presentan unas ventajas competitivas respecto al resto, entre las
que destaca su mayor grado de compromiso y dedicación al
negocio, (ya que el empresario arriesga de forma permanente, el
patrimonio, el prestigio y el futuro de su familia); poseen un alto
grado de autofinanciación y de reinversión de beneficios;
tienen una proximidad y vinculación mayor con los clientes
y proveedores; viven un buen clima laboral, provocado por la proximidad
y el ejemplo del fundador, -lo que hace sentirse a los trabajadores
parte de un equipo-, y finalmente, las empresas familiares, tienen
una gran capacidad de ajuste y adaptación en las épocas
de recesión económica.
Se
considera que una empresa es “familiar” cuando una parte mayoritaria
de su propiedad está en manos de una o varias familias y
sus miembros intervienen, de forma directa, en la administración
del negocio, estableciéndose así una estrecha relación
entre empresa y familia.
En
España existen más de dos millones de empresas familiares
que generan el 70 % del producto interior bruto ( PIB ) y son generadoras
del 75 % del empleo, con más de nueve millones de trabajadores.
Cuando
el emprendedor inicia su actividad vuelca todos sus esfuerzos en
el presente. Su objetivo inmediato es consolidar su idea y alcanzar
el éxito empresarial lo antes posible; no son, pues, momentos
para pensar en quién continuará el proyecto cuando
él se retire o falte.
Sin
embargo la condición humana nos enseña que uno de
los aspectos más importantes en la vida de las personas es
la memoria. Muchas veces hemos oído que una persona “vive”
mientras alguien le recuerda; mientras que su vida, sus obras ó
sus acciones se recuerdan como un ejemplo de buen hacer y de ejemplo
a seguir.
Por
eso, cuando un proyecto empresarial se consolida, el fundador vislumbra
en el horizonte las nubes de la duda sobre cuál será
el futuro de su proyecto cuando él ya no esté. Una
vez que se alcanza la madurez personal y el éxito empresarial,
el fundador lleva su obra dentro de sí y “ habla” con ella;
le gustaría proyectarla en el tiempo, más allá
de su propia existencia. Desea que los suyos, los más próximos
a él puedan disfrutar su esfuerzo y trabajo y sobre todo
desea que su segunda generación mantenga el proyecto y lo
haga crecer. Es en esa fase cuando el fundador comienza a pensar
en la sucesión.
Sin
embargo este proceso evolutivo, que parece sencillo y lógico,
choca con la realidad de las estadísticas que nos revelan
que sólo una pequeña parte de las empresas familiares,
consigue mantener ese carácter de “familiar” durante más
de una generación. Los datos hablan por sí solos:
el tránsito de la primera a la segunda generación
sólo lo logran con éxito el 30 % de las empresas familiares;
y de ese 30 %, sólo logran pasar a la tercera generación
el 15 %. Es decir de cada 100 empresas familiares iniciales, sólo
llegan con éxito a tercera generación menos de 5 empresas.
¿Significa
esto que, a la vista de las estadísticas, los fundadores
deben renunciar a proyectar al futuro su idea y su trabajo?. ¿Significa
que los sucesores no pueden afrontar, con garantías de éxito,
el proceso de sucesión de la empresa familiar?. La respuesta
tiene que ser un rotundo no.
La
solución está en que las partes implicadas, -fundador
y posibles sucesores-, planifiquen adecuadamente la sucesión.
El éxito del cambio generacional se basa, entre otros factores,
en el mantenimiento de la armonía familiar, (una vez aceptada
por sus miembros la diferencia entre lo que es gobierno y lo que
es dirección); en que los fundadores alimenten la continuidad
de la empresa; en la adecuada formación de los sucesores;
en la solidez de la propia empresa y en la presencia de técnicos
y asesores externos que, junto a las partes implicadas, preparen
esa transición generacional.
La
preparación de la sucesión empresarial requiere una
larga y serena planificación, ya que en dicho camino suelen
surgir tensiones y dificultades, entre las que destacan: la propia
resistencia del fundador a aceptar su retiro; las tensiones entre
el fundador y los candidatos a sucederle por culpa de la designación
del sucesor; las tensiones entre los propios miembros de la familia
para alcanzar la sucesión; las diferencias de criterio entre
fundador y sucesor en los criterios de gestión de la empresa;
los regímenes económico-matrimoniales de los llamados
a ser titulares de la propiedad de la empresa y por último,
la formación de los sucesores, ya que no siempre es posible
otorgar el liderazgo al sucesor familiar, debiendo entonces considerarse
la alternativa de planificar una gestión empresarial al margen
de la familia.
El
empresario familiar puede plantear la sucesión de distintas
formas, como diferir el proceso hasta que se haya producido su fallecimiento,
o transmitir en vida la empresa. No obstante si el fundador desea
mantener en la siguiente generación los valores que permitieron
crecer su proyecto debe optar por preparar una transmisión
en vida, y de forma gradual, con el objetivo de ir incorporando
a sus sucesores.
Está
claro que no es un proceso sencillo y que llevarlo a buen puerto
requiere poner en juego todas las posibilidades que nos ofrece el
Derecho como, por ejemplo, el testamento que es el instrumento idóneo
y fundamental para ordenar la sucesión y garantizar la sucesión
de la empresa. A través de él puede, el fundador,
ordenar adjudicaciones concretas a favor de un sucesor, establecer
usufructos que aseguren determinados beneficios al cónyuge
que le sobrevive; ordenar la constitución de obligaciones
para los herederos que asegure la continuidad de la empresa; ordenar
fiducias por las que el testador encarga a un heredero que conserve
y transmita a un tercero la empresa familiar; transmitir la totalidad
de la empresa en forma de legado respetando las tercios legales,
etc...
Igual
de útil y como complemento para la construcción del
proceso sucesorio son las capitulaciones matrimoniales, ya que en
ellas pueden establecerse pactos con trascendencia sucesoria, en
línea con las disposiciones testamentarias y acuerdos para
conservar la titularidad del negocio.
Otro de los instrumentos esenciales para ordenar la sucesión
empresarial es el protocolo familiar ; instrumento destinado a regular
las relaciones entre accionistas, directivos y familia. En dicho
protocolo familiar se recogen los pactos sociales (previamente incorporados
a los estatutos sociales de la empresa), así como los extraestatutarios,
es decir aquellos que no tienen cabida en los estatutos sociales,
pero que sirven para completar las relaciones entre la familia y
la empresa. Además el protocolo familiar permite establecer
diversos órganos orientados a dar respuesta a los conflictos
que puedan surgir en el seno de la empresa familiar.
Entre
dichos órganos destaca la Junta de Familia, de carácter
deliberante e informativo. Está integrado por todos los miembros
de la familia, mayores de edad y no entra en cuestiones de técnica
empresarial, aunque sí informa sobre los intereses que la
familia puede tener en la empresa.
Otra
figura utilizada es el Consejo de Familia. Éste sí
es un órgano decisorio, en el que están representadas
todas las ramas familiares y cuya presidencia suele recaer en el
fundador o miembro más respetado. Resuelve los problemas
que surgen entre familia y empresa, dirige la sucesión y
vela por los intereses de todos los familiares.
Otros
órganos útiles, en este proceso, es el Comité
de Seguimiento del Protocolo encargado de solventar las dudas de
interpretación del Protocolo Familiar, y finalmente también
es conveniente crear un Comité para la Formación,
encargado de velar por la preparación y formación
de los jóvenes familiares llamados a integrarse en la empresa
así como de fijar la política de retribuciones.
La
experiencia demuestra que el protocolo familiar resulta un instrumento
eficaz en la prevención de conflictos, por eso es conveniente
redactarlo con suficiente antelación para anticiparse a los
posibles problemas que pudieran surgir. Además, el protocolo
familiar debe nacer a la vez con una doble vocación; la de
permanencia en el tiempo de la filosofía familiar y la de
revisión periódica de sus contenidos, al objeto de
adecuarlos continuamente a la realidad de la empresa y de la familia.
Así
pues, el conjunto formado por el protocolo familiar, el testamento
de los socios, sus pactos matrimoniales y los estatutos de la empresa
acaban formando un escenario sólido y consistente donde poder
desarrollar la empresa familiar, garantizándola unas condiciones
óptimas para afrontar el cambio generacional, además
de implantar una cultura empresarial y de comunicación común,
entre los miembros de la familia.
El
proceso de análisis de las características peculiares
de cada empresa familiar y la redacción del contenido de
los distintos documentos y pactos necesarios, para asegurar el cambio
generacional, suelen durar varios meses, pero el esfuerzo merece
la pena; lograrlo supondrá alimentar y proyectar en el tiempo
aquella primera idea e ilusión que vio nacer la empresa.
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