Si
volvemos la vista atrás hasta nuestros años
escolares recordaremos cómo nos explicaban que los
Rayos X son ondas electromagnéticas situadas dentro
del espectro de las radiaciones justo por encima de la radiación
ultravioleta, y que éstos junto a los rayos gamma
son las únicas radiaciones ionizantes. Esto quiere
decir que son ondas electromagnéticas de muy alta
frecuencia con la suficiente energía como para producir
ionización (estado en el que el átomo queda
cargado eléctricamente), rompiendo los enlaces atómicos
que mantienen a las moléculas unidas en las células,
y que al provocar dichos cambios físico-químicos
en las células pueden provocar su muerte o alterar
su estructura. Esto se traduce en su capacidad para convertir
genes normales en oncogenes. Pero esto no quiere decir que
las radiaciones no ionizantes no ejerzan efectos biológicos
negativos, sino que el papel de estas radiaciones como agentes
cancerígenos directos está sin demostrar,
considerándose más bien promotores tumorales
ya que no poseen poder inicial para convertir genes normales
en oncogenes, pero sí pueden producir cambios eléctricos
en la membrana de las células del cuerpo alterando
los flujos celulares de algunos iones, sobre todo del calcio
(precaución lógica).
Estas radiaciones han permitido avances espectaculares en
el diagnóstico y en el tratamiento de numerosas enfermedades,
y en nuestro campo se han convertido en instrumento fundamental
y cotidiano de nuestra praxis diaria. En el diagnóstico,
nuestros recursos abarcan desde las radiografías
con rayos X hasta los innovadores escáneres en tres
dimensiones (TAC, PET, etc.) o los trazadores radiactivos
para obtener gammagrafías y/o efectuar análisis
clínicos; Además dichas radiaciones también
forman parte de nuestro arsenal terapéutico en la
lucha contra el cáncer mediante la destrucción
de células malignas o para el tratamiento del dolor.
Dada su importancia en nuestro campo así como en
la medicina en general es importante que conozcamos algunas
pautas o recomendaciones que nos permitirán controlar
mejor las dosis de radiación que reciben nuestros
pacientes e incluso las que recibimos nosotros mismos, para
que éstas se encuentren dentro de los parámetros
que marca como aconsejable el Consejo de Seguridad Nuclear.
A tal fin, nos gustaría antes de nada dejar claros
unos conceptos que nos ayudarán a entender mejor
el porqué de esas pautas, lo que a nuestro entender,
será sin duda alguna la mejor forma de asegurarse
que las cumpliremos.
La
Protección Radiológica se basa en tres criterios:
1. Justificación: Cualquier exposición
a radiaciones debe suponer un beneficio a cambio.
2. Optimización: buscar el mínimo
riesgo y el máximo beneficio.
3. Limitación: no superar unos valores
máximos de dosis.
Estos
términos se engloban en el “criterio ALARA”
cuyo valor corresponde al nivel de dosis equivalente del
conjunto de personas expuestas, por debajo del cual el coste
de cualquier medida adicional de protección radiológica
sería mayor que el valor de la reducción del
detrimento para la salud que con ella se conseguiría.
Un tubo de rayos X moderno consta de un dispositivo formado
por una ampolla de vidrio en la que existe el vacío
y en la que van montados dos electrodos, uno positivo (cátodo)
y otro negativo (ánodo) entre los que existe una
diferencia de potencial del orden de Kv. Al ponerse en funcionamiento
este sistema se emiten electrones desde el cátodo
que acelerados por el campo eléctrico, impactan sobre
el ánodo convirtiendo parcialmente su energía
en rayos X. Pero sólo el 1% de esta energía
se convierte en rayos X, el otro 99% se convierte en calor.
Esto hace necesario rodear la ampolla con un manto de aceite
con el fin de disipar ese calor que puede alcanzar temperaturas
de hasta 2000 ºC. Este aceite va contenido en una envoltura
hermética, llamada coraza.
Cuando ponemos en marcha un aparato de rayos X se generan
varios tipos de radiación, la radiación
directa o primaria es aquella que emerge del tubo de
rayos X en la dirección de utilización, es
decir, aquella que se emplea para radiografiar al paciente.
El haz que resulta de la radiación directa tras atravesar
al paciente se llama haz residual. Y por último,
la radiación dispersa es la que se genera
como consecuencia de las “colisiones Compton” (en
este caso la colisión se produce con electrones atómicos
de las capas más periféricas produciendo un
fotón dispersado, de menor energía que el
incidente) de los fotones* del haz directo sobre absorbentes
interpuestos en su trayectoria, como el paciente, accesorios
del aparato, paredes, mobiliario de la clínica ó
el propio aire( que no llega a impresionar la película
porque colisiona contra distintos elementos que se interponen
en su trayectoria principal y les hace cambiar de dirección
tras absorber parte de su energía). Los rayos X que
se producen emergen preferentemente por el cono de haz directo,
pero una cantidad importante se emite en todas direcciones
por lo que es importante blindar todo el tubo excepto la
ventana de salida del haz útil, esto se consigue
con la coraza que además de contener el aceite refrigerante
y proteger la bombilla también hace las veces de
blindaje. La radiación que no es detenida por el
cristal de la bombilla, el aceite, y el blindaje se conoce
como radiación de fuga. A la suma de la radiación
de fuga y la radiación dispersa se le denomina radiación
secundaria.
*fotones:
Las ondas electromagnéticas están constituidas
por “pequeñísimos” paquetes de ondas, llamados
fotones o “cuanta” de radiación, es decir, pequeños
paquetes de energía.
Una
vez aclarado lo anterior comprenderemos mejor porque es
recomendable colocar el tubo de rayos X hacia arriba cuando
no se está utilizando, ya que si lo colocamos en
sentido contrario el peso del aceite recae sobre las juntas
haciendo que estas terminen por desajustarse y provocando
así mayor radiación de fuga, lo que nos lleva
a obtener una peor calidad en nuestras imágenes y
una mayor dosis de radiación no deseada sobre nuestros
pacientes y sobre nosotros mismos.
Otro aspecto a considerar es la posición en la que
debemos colocarnos cuando realicemos una placa. Lo ideal
es situarnos detrás de una pared con un espesor adecuado
de plomo que posea todos los tornillos y clavos cubiertos
por dicha plancha de plomo. Si tuviéramos que quedarnos
dentro de la sala en la que vamos a realizar la radiografía
la posición recomendada es a una distancia mínima
de dos metros con respecto al foco y con una angulación
entre 45 Y 90 grados medidos desde la zona de incidencia
del haz en el paciente, respecto de la dirección
de propagación del haz (a los pies del paciente).
Lo que nunca debemos hacer es colocarnos frente al haz principal
de rayos X, ni detrás del tubo (radiación
de fuga).
A la hora de realizar la distribución de nuestro
gabinete deberemos tener en cuenta la localización
de puertas y ventanas, así como a qué está
destinado el espacio detrás de cada pared. Es decir,
no es lo mismo que detrás de la pared sobre la que
incide el haz de rayos X principal se encuentre una guardería,
un garaje ó un suelo macizo. A este respecto deberemos
plomar todas las paredes excepto las que sean de carga,
no considerándose necesario plomar el suelo ni el
techo ya que el grosor y composición de los materiales
utilizados para su construcción se consideran, a
priori, suficientes para lograr el aislamiento del gabinete
y además normalmente no dirigiremos nuestro haz de
fotones directamente hacía ninguno de los dos. Las
ventanas y puertas deben estar plomadas y deben constar
de solapas que sellen las hendiduras que quedan al cerrarse.
Se recomienda colocar el sillón y el aparato de tal
forma que el haz de rayos no se dirija nunca hacía
ventanas o puertas ya que aunque estén plomadas no
conseguiremos un sellado perfecto. Si detrás de una
pared se encuentra una guardería, un parque o similares
deberemos poner todos los medios a nuestro alcance para
que pase la menor radiación posible (no dirigir haz
de rayos hacia ella, plomado adecuado, etc.).
También debemos recordar señalizar de forma
adecuada todas las zonas en función del riesgo de
exposición y teniendo en cuenta la probabilidad y
magnitud de las exposiciones potenciales mediante señales
de colores específicos para cada una de ellas.
Un
equipo de rayos X tiene tres controles o parámetros
que podemos manipular, la tensión ó potencial
de aceleración(kV), la intensidad ó
corriente del tubo(mA), y el tiempo durante el que circula
corriente por el tubo y existe por tanto emisión
de rayos X(t exposición).
Es muy importante saber que en nuestros aparatos de rayos
X la Intensidad (mA, su aumento eleva la
cantidad de fotones por unidad de tiempo) y la Tensión
(kV, determina la calidad del haz de fotones, produciendo
> ó < nivel de penetración) son parámetros
fijos y el único que podemos cambiar es
el tiempo de exposición (su aumento incrementa la
cantidad de fotones por disparo radiográfico), siendo
la relación Dosis-Tiempo lineal(a > t exposición,
> dosis), por lo que debemos tender siempre a tiempos
bajos de unos 0.5 sg o menos. Otra forma que tenemos de
ajustar el tiempo es señalando la pieza dentaría
que vamos a radiografiar.
En contra de lo que muchos profesionales piensan la radiación
producida por una ortopantomografía equivale a tan
sólo unas 3 periapicales, siendo la radiación
recibida en una serie radiográfica completa mayor
a la recibida con una ortopantomografía.
Y aunque tratándose de una serie radiográfica
podemos decir que esta radiación no es cuantitativamente
importante y que por tanto si el paciente la necesita está
más que justificado el realizarla, debemos tener
presente que hay dos tipos de efectos de la radiación
sobre el material biológico, estamos hablando de
los efectos estocásticos y no estocásticos.
En los segundos existe una dosis umbral a partir de la cual
sabemos que se van a producir unas determinadas patologías
habiendo una relación clara entre la dosis y la gravedad.
Los primeros, también llamados Probabilísticos
se caracterizan por no tener dosis umbral, sino que
a cualquier dosis por pequeña que sea tendremos probabilidades
de contraer patología. Además esa probabilidad
aumenta a medida que aumenta la dosis recibida, en otras
palabras, es como comprar papeletas para un sorteo que no
quieres que te toque, cuantas menos tengas menos probabilidades
tendrás de ser el “ganador”, aunque debemos tener
presente que no es posible asegurar que no nos pueda tocar,
aún siendo los portadores de una sola papeleta. Así
que mucha precaución, que no miedo, porque en más
de una ocasión escucharemos “pero si no pasa
nada, es sólo una” ó “que exagerado si la
radiación que emiten los aparatos de rayos X de odontología
es mínima”. Pensad por un momento en la cantidad
de años de vida laboral que nos quedan por delante,
entonces ¿para que ir acumulando papeletas?, ¿Por
qué tentar a la suerte?. Y siguiendo este razonamiento
también deberemos incluir entre nuestros objetivos
el intentar realizar siempre el número justo de radiografías
que necesitemos para el diagnóstico y/ó tratamiento
poniendo todos los medios a nuestro alcance para no tener
que repetir radiografías por descuidos personales
o de nuestro propio equipo (utilizar técnica adecuada,
posicionadores cuando sea preciso, correctos tiempo de revelado,
cambiar líquidos cuando sea necesario, etc).
La respuesta de un sistema biológico a la radiación
depende de la sensibilidad de cada órgano (p.ej.
las Gónadas son muy sensibles) y así definimos
la Dosis Efectiva como la suma de las dosis promedio en
los distintos órganos, ponderados con unos factores
que representan el coeficiente entre el riesgo de ese órgano
y el riesgo total cuando todo el cuerpo se irradia uniformemente.
Otro factor que afecta a la respuesta celular es la fase
del ciclo reproductivo en que se encuentra la célula,
siendo más sensibles cuanto más inmaduras
sean (por eso las radiaciones X son efectivas en el tratamiento
contra el cáncer, ya que dichas células malignas
se encuentran en continua mitosis). Otro factor importante
es la capacidad de las células de regenerarse tras
una exposición a rayos X, por lo que provoca un efecto
mayor recibir una dosis de radiación alta en un periodo
de tiempo corto, que recibir la misma dosis de forma fraccionada
en el tiempo.
Teniendo en cuenta lo citado anteriormente es recomendable
colocar delantales y collarines de plomo a los pacientes,
su grosor mínimo debe ser de 0,25 mm. y NUNCA debemos
doblarlos porque se agrietarían y permitirían
el paso de la radiación. El uso del delantal es imprescindible
en el caso de embarazadas y el collarín en el caso
de niños menores de 8-9 años.
Es también muy importante conocer los límites
de Dosis Permitida ya que no debemos sobrepasarlos
(tabla 1).La forma que tenemos de medir la dosis a la que
estamos sometidos como trabajadores es utilizando un dosímetro.
Los dosímetros pueden ser de dos tipos, de área,
se colocan fijos en la pared al lado del punto desde el
que disparamos y mide la dosis de radiación que hay
en la zona cuando se utiliza el aparato de rayos, debe haber
uno por cada aparato; ó personal, son los más
aconsejables ya que se colocan en cualquier parte del pijama,
de cintura para arriba, y miden la radiación que
recibimos nosotros durante nuestro trabajo. Aunque según
la “clasificación de los trabajadores expuestos”
(tabla 2) nosotros sólo tenemos obligación
de utilizar dosímetros de área, es recomendable
que cada profesional lleve un dosímetro personal,
especialmente en clínicas en las que un mismo aparato
es utilizado por varios doctores o personal acreditado.
Aquellos que trabajemos en más de una clínica
nos encontraremos con un inconveniente, un dosímetro
incluso el personal, no se puede sacar de la clínica,
así que deberemos tener un par por cada clínica
si queremos conocer la radiación que recibimos.
Estos
dosímetros pueden ser a su vez de tres tipos: dosímetros
de pluma, de termoluminiscencia, y de emulsión
fotográfica o de película. Los de pluma
son los únicos que permiten la lectura directa de
la exposición o de la dosis, hoy día están
en desuso.
Los de película consisten, como su propio nombre
indica, en la utilización de una película
fotográfica, que además de ser sensibles a
la luz lo son también a la radiación X ó
gamma, en la cuál se produce una imagen latente que
una vez revelada y fijada, se traduce en un ennegrecimiento,
y cuya densidad óptica (medida después con
microdensitometría) es proporcional a la dosis (así
la dosis recibida se determina a partir de una curva de
calibración). La principal ventaja de este método
de dosimetría es que las películas debidamente
reveladas y fijadas constituyen un soporte permanente de
información y pueden archivarse para formar parte
del historial disimétrico del trabajador, y en caso
de duda siempre podríamos volver a medir la dosis
recibida de cualquiera de estas películas. Sin embargo,
este tipo de dosímetros tienen una serie de importantes
desventajas que no los hacen los más indicados. Una
de éstas es que no son muy objetivos, ya que dependen
de muchos factores como del tiempo de revelado, la temperatura
y estado de los líquidos, el envejecimiento por el
tiempo de almacenamiento de la película, que sesga
por exceso los valores de dosis registrados, el ennegrecimiento
incontrolado en el revelado al haber sometido a la película
a temperaturas elevadas o a la acción de ciertos
vapores, etc. La principal de todas ellas quizás
sea la incapacidad de la película para una mayor
impresión ante dosis elevadas, pues la película
será incapaz de indicarnos hasta que dosis se ha
llegado si sobrepasamos un límite determinado a partir
del cual la película se satura y ya no se ennegrece
más. A pesar de estos inconvenientes este método
está permitido como Dosímetro Oficial en instalaciones
médicas (aunque no se recomienda su uso en odontología).
Los también permitidos y además recomendados
como Dosimetría Oficial en instalaciones médicas
son los Dosímetros de Termoluminiscencia (TL). Dichos
dosímetros están formados por un soporte de
plástico cuyo interior alberga unos cristales que
tienen la propiedad de que al recibir radiación ionizante
algunos de sus electrones son excitados, es decir, que pasan
a capas atómicas más externas quedando cargados
( en condiciones normales estos electrones tenderían
a volver a la capa de la que proceden produciendo una desexcitación
en la que se libera energía) y atrapados en esas
capas hasta que los cristales son calentados a unos 250
ºC, lo que permite a los electrones excitados volver
a sus niveles estables, emitiéndose la diferencia
de energía en forma de luz y siendo ésta proporcional
a la dosis absorbida. Este fenómeno se llama termoluminiscencia.
Este método tiene importantes ventajas, que son:
1. La dosis medida coincide con la que recibiría
un tejido biológico blando.
2. Una vez se ha leído el cristal del dosímetro,
una elevación posterior de temperatura lo pone a
cero, lo que permite su reutilización indefinida
(de lo contrario no sería una buena alternativa dado
el elevado coste de los cristales).
3. Son dispositivos utilizables en grandes márgenes
de variabilidad de condiciones.
El único inconveniente que podemos achacarle a estos
dosímetros es que no se pueden archivar como soporte
de información ya que una vez se calientan dicha
información se pierde.
Los dosímetros deben enviarse cada mes a la empresa
contratada para su medición (INFOCITEC, SEFM, etc),
y ésta a su vez, nos devolverá el del mes
anterior para que nunca nos quedemos sin dosímetro
(por tanto debemos tener como mínimo dos). Esta empresa
será la encargada de realizar la medición
y notificarla al Consejo de Seguridad Nuclear que, a su
vez, informa trimestralmente al Ministerio de Industria
y Energía, Comercio, y Turismo de los casos cuyas
lecturas obtuvieran registros fuera de los límites.
Lo curioso es que aunque dicha norma es de obligado cumplimiento
por parte del dueño de la clínica y responsable
del aparato de rayos X (y no del responsable clínico
a no ser que sean la misma persona), los honorarios de la
empresa que se encarga de la recogida y lectura de los dosímetros
corren por cuenta del dueño de la clínica.
Esta circunstancia sumada a que, en la mayoría de
casos en los que el aparato de rayos X esté en buenas
condiciones, nosotros hayamos seguido las pautas de seguridad
y el dosímetro no haya sufrido ningún accidente,
el resultado de su lectura dará valores de dosis
nula todos, o casi todos los meses (esto es debido a que
la radiación recibida es muy baja y además
hay que restarle la radiación ambiental estimada).
Y esto podría provocar que debido a estos resultados
y en ese marco de probada desconfianza y picaresca que muchas
veces nos caracteriza como buenos españoles…”voy
a ver si me están haciendo ó no la dosimetría
todos los meses que para eso les pago” se nos pueda ocurrir,
lo que ya se ha dado en casos, en que algún “profesional”
hizo incidir el haz de rayos X de forma directa sobre el
dosímetro dando éste lógicamente valores
superiores a los permitidos. Pues bueno, cual sería
su sorpresa al conocer que las empresas con las que trabajamos
en el instante en que registran una lectura superior a la
permitida tienen que dar parte al Consejo de Seguridad Nuclear
que además nos precintará el equipo de rayos
X y no podremos utilizarlo hasta explicar a que se debe
ese aumento de radiación, el equipo pase una revisión
general que por supuesto pagaremos de nuestro bolsillo e
incluso, hasta que nosotros mismos pasemos una revisión
médica que también se descontará de
nuestro presupuesto. Así que por lo general, si no
existe una razón fundada, es recomendable fiarnos
de dichas empresas.
Otro aspecto a tener en cuenta sobre los dosímetros
es que se deben mandar a la empresa responsable todos los
meses independientemente de que la clínica esté
cerrada o nosotros estemos de vacaciones, ya que los meses
que no los mandemos la empresa nos sumará automáticamente
50 mSv por norma, esto quiere decir que si esto se repite
dos meses pertenecientes al mismo año habremos sobrepasado
los límites de dosis permitida para ese año,
con las respectivas consecuencias que ello acarrearía.
En el caso de querer adquirir un equipo de rayos X deberemos
hacerlo en una tienda especializada, pero incluso si lo
que queremos es comprarlo de segunda mano debemos hacerlo
también a través de una de esas tiendas, y
en ambos casos, siguiendo el procedimiento para la declaración
y registro de los equipos e instalaciones de rayos X con
fines de diagnostico médico: La puesta en funcionamiento
de instalaciones de Radiodiagnóstico deberá
ser declarada por sus titulares ante la Delegación
Provincial de la Consejería de Industria. Para ello
deberá presentarse una Memoria que contenga los siguientes
documentos:
1. Declaración sobre las previsiones de uso de la
instalación y sus condiciones de funcionamiento de
acuerdo a lo indicado en el Anexo III del Real Decreto 1891/1991,
que debe ir firmado por el titular de la clínica.
2. Certificado de Conformidad de la Comunidad Europea (
marcado CE) de los equipos de rayos X existentes en la instalación,
asegurando el cumplimiento de la Directiva 93/42/CE. Además,
el instalador autorizado deberá realizar una Prueba
de Aceptación Previa al Uso Clínico del equipo
de rayos X. Los resultados de tal prueba deben constar en
un informe escrito (ver Real Decreto 1976/1999). El primero
debe venir con el equipo cuando lo compremos (pegatina con
el símbolo CE) y el segundo lo debe pagar la persona
que nos lo vende. (Muy importante porque siempre nos lo
intentan cobrar a nosotros).
3. Certificado de Verificación de la instalación
expedido por un servicio o Unidad técnica de Protección
contra las Radiaciones ionizantes
4. Garantía de cobertura de riesgos para instalaciones
radiactivas de 3ª categoría (ver Real Decreto
1836/1999)
Para
concluir nos gustaría abordar el tema de los aparatos
de Radiovisiografía, estos aparatos producen efectivamente
menos dosis de radiación que los aparatos de rayos
X convencionales ya que las placas que se utilizan necesitan
menos tiempo de exposición para ser impresionadas
aunque NO un 90% menos, como aseguran algunos fabricantes
y comerciales (estudios actuales hablan de un máximo
de 80% menos de radiación).
Esta tecnología sin duda, constituye un avance en
el radiodiagnóstico aunque aún cuenta con
algunas desventajas como son el mayor tamaño de las
placas que se utilizan con dichos aparatos, la peor calidad
de imagen y la ausencia de valor legal como prueba en el
desarrollo de un juicio (este problema se basa en que a
la radiografía y la foto digital se les achaca que
pueden ser fácilmente manipulables por cualquier
operador). Pero no es menos cierto que dichos inconvenientes
se puede decir que son relativos, ya que actualmente contamos
con sistemas como el Dígora cuyas placas son sólo
algo mayores que las periapicales convencionales, con programas
que nos permiten ajustar el contraste de la imagen mediante
una barra para así conseguir una mayor calidad de
la imagen, y se han realizado estudios en los que se compara
la radiografía digital con la radiografía
convencional no encontrando diferencias significativas en
su uso diagnostico. Además en un pleito reciente
se ha admitido la radiovisiografía como prueba legal
válida per sé, sirviendo así como precedente
para futuros pleitos.
• Los Odontoestomatólogos son considerados de Categoría
B
.
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