A partir de que en 1965 el Dr. Bränemark y sus colaboradores descubrieran el proceso de la osteointegración, consecuentemente la implanto-prótesis emergió, hasta convertirse hoy en día en uno de los campos donde se han centrado multitud de investigaciones y estudios.
A lo largo de estos más de 50 años, los materiales utilizados para la confección de estas prótesis han ido evolucionando, a la vez que la técnica empleada y el proceso de fabricación.
A raíz de la introducción en los años 40 del Cromo-Níquel (NiCr) en la prótesis fija, este se siguió empleando en la elaboración de las estructuras sobre implantes, tanto para prótesis híbrida como coronas unitarias/múltiples.
Su económico coste de producción unido a su gran dureza, rigidez y resistencia a la corrosión, la hacen aún a día de hoy una opción muy válida. Bien es cierto, que muestran deficiencias en la adherencia a la porcelana y su potencial decoloración.
Por este preciso motivo, durante años se han buscado materiales capaces de cumplir con los requisitos ideales, tanto para el clínico como para el paciente. Se introduce entonces el Zirconio (Zr), capaz de ofrecer alta resistencia, elevada biocompatibilidad, buen ajuste y excelente estética. Ha relevado las desventajas que ofrecía el NiCr.
A día de hoy, y aún bajo estudios y evidencia científica a largo plazo, el PEEK (poliéter éter cetona) es la alternativa a las aleaciones metálicas. El incremento de las alergias (5-8% de la población) han contribuido a investigar el desarrollo de nuevos materiales. Su dureza y resistencia (comparable al acero), el confort para el paciente por su baja densidad, así como su excelente pulido y su inmejorable estética, lo hacen propicio para que en un futuro a corto plazo se convierta en un material cotidiano en nuestra labor diaria.
Jesús Fernández Muñoz
Técnico Superior en Higiene Bucodental
Técnico Superior en Prótesis Dental